Se confunden los tonos, la música envuelve, no sé del amor.
Ahora sé por qué te extrañaba tanto, por qué la dificultad del día llegaba cuando no escuchaba tus susurros, cuando nadie entendía mis palabras.
Tú estabas ahí reconfortando y respaldando el discurso. Eras lector y eras amor, me abrazabas con paréntesis, me besabas con palabras. El amor se hacía con versos, aún a la distancia, aún con ausencias, y las caricias eran más que letras y gramática.
Recuerdo tus manos blancas, tu rostro delgado, tu sonrisa. Te guardo las fotografías y todos los recuerdos. Perdí nuestras charlas, todas esas caricias, todo el amor.
Aún sigo pronunciando tu nombre en las noches solitarias, en las duchas, nadie es como tú, nada es como cuando estabas.
Ahora ese gigante es una pérdida, una ausencia, un fantasma, una carencia mía y una necesidad, es, cada día, extrañarte más, pensarte y saber que no eres.
Incertidumbre que hiberna mi cuerpo, ansiedad y paciencia.
La consigna, la misión que no es capricho, tener la conciencia que te amo, que ahora no estás conmigo y que sin embargo, un día, he de buscarte, sin importar la distancia o las condiciones en que te encuentre, y ahí estaré, donde debí estar hace años, en tus brazos, un minuto, sea quizá y tendré para el resto de estos años, lo que siempre quise tener.
La luna, el sol, el ángel y la paz en mi vientre.
Ahora sé por qué te extrañaba tanto, por qué la dificultad del día llegaba cuando no escuchaba tus susurros, cuando nadie entendía mis palabras.
Tú estabas ahí reconfortando y respaldando el discurso. Eras lector y eras amor, me abrazabas con paréntesis, me besabas con palabras. El amor se hacía con versos, aún a la distancia, aún con ausencias, y las caricias eran más que letras y gramática.
Recuerdo tus manos blancas, tu rostro delgado, tu sonrisa. Te guardo las fotografías y todos los recuerdos. Perdí nuestras charlas, todas esas caricias, todo el amor.
Aún sigo pronunciando tu nombre en las noches solitarias, en las duchas, nadie es como tú, nada es como cuando estabas.
Ahora ese gigante es una pérdida, una ausencia, un fantasma, una carencia mía y una necesidad, es, cada día, extrañarte más, pensarte y saber que no eres.
Incertidumbre que hiberna mi cuerpo, ansiedad y paciencia.
La consigna, la misión que no es capricho, tener la conciencia que te amo, que ahora no estás conmigo y que sin embargo, un día, he de buscarte, sin importar la distancia o las condiciones en que te encuentre, y ahí estaré, donde debí estar hace años, en tus brazos, un minuto, sea quizá y tendré para el resto de estos años, lo que siempre quise tener.
La luna, el sol, el ángel y la paz en mi vientre.
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